Por lo cual eres inexcusable, ¡oh hombre! quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque tú que juzgas, haces lo mismo.

Epístola de Pablo a los romanos 2:1-2

Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.

Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; y al que te quita el manto, ni aun la túnica le niegues.

A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.

Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

Lucas 6:27-31

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.

I Corintios 3:16,17

La cristiandad es la fe de casi seiscientos millones de personas en la actualidad (1987, Nota del Editor), aproximadamente el treinta por ciento de la raza humana. Más de la mitad es católica, una cuarta parte protestante de diversas sectas y el resto lo forman otros ortodoxos. Ninguna otra religión está tan difundida en el mundo.

El cristianismo tuvo sus humildes orígenes entre un pequeño grupo de individuos, la mayoría campesinos, encabezados por un notable profeta judío llamado Jesús de Nazareth, que muchos creyeron que era el Mesías tan largamente esperado. En su breve vida sobre la tierra les dio a sus seguidores renovada alegría, esperanza, fe y amor a través de un vivido ejemplo de sus doctrinas perfeccionistas.

Después de Su muerte, se recopilaron sus creencias en varios escritos que han influido altamente en la ética de la vida diaria de millones de personas en todo el mundo. Su canon se conoce como el Nuevo Testamento y, junto con el Viejo Testamento, forma la obra conocida como La Biblia (El Libro).

Desde la época de Jesús de Nazareth, la historia del cristianismo es la de una controversia variada y profundamente meditada. Aunque firmemente fundamentada en un dogma esencial que permanece básicamente inmutable, y reúne sus energías de la revelación cristiana, la fuente de la cual es la Biblia, han surgido diferentes instituciones formales para satisfacer la historia siempre cambiante de la condición humana. Han surgido varias iglesias diferentes, algunas de las cuales se dividieron en denominaciones, sectas e iglesias nacionales. Pero aun así, con Jesucristo, el Hombre, como ejemplo de perfección, se ha dado poca controversia en lo que se refiere a la vida cristiana. Y es ésta, y no la diferencia en las estructuras y pedagogías de las iglesias institucionalizadas, la que nos interesa aquí.

El cristianismo establece que Dios está en todos nosotros en todo momento de nuestra vida y, además, que siempre hay algo más que realizar en nuestro futuro. El evangelio según San Juan 17:21 dice: “Para que todos sean uno; como tú, Oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”. Esto implica y sugiere un yo ideal, una perfección humana a la que la persona puede aspirar, un proceso sin fin que, si se sigue, a la larga trasciende al yo, al tiempo y al espacio. Prácticamente está basado en una fe, un amor, una alegría, una paz, un perdón, una gentileza y un crecimiento continuo perfectos.

Esto estimula a sus seguidores a integrarse interna y externamente. Sugiere una armonía interior de la persona, y a su vez una gran armonía de la persona con la naturaleza y con Dios.

Jesús representa también el foco de la madurez humana. Es el que revela a sus seguidores la verdadera naturaleza humana y se convierte en el foco de su filosofía de vida. Y así, los cristianos lo consideran el Gran Maestro que les muestra el “Camino” y les ofrece reglas para convertirse en personas que funcionan plenamente.

El cristiano acepta su vida, basado en la fe, independientemente de cualquier manifestación externa. Se le ofrecen opciones. Toma sus decisiones de acuerdo con lo que él comprende que es la voluntad de Dios, eligiendo de entre las alternativas que su vida única le ofrece y se enfrenta a cada nuevo reto. De esta manera él es totalmente responsable de sus elecciones. La fe, que sólo es otorgada por Dios y que forma parte integral de la vida interna, se convierte en la fuente principal de energía en la toma de decisiones y, por lo tanto, se requiere que la persona esté en constante contacto con sus fuerzas internas.

La naturaleza humana y la vida real se convierten en la materia prima del carácter del cristiano. Como las personas que están creciendo son responsables de su vida, son imperfectas y no carecen de culpa, con frecuencia toman decisiones equivocadas. En esas ocasiones se aíslan de su yo verdadero y del mundo y ya no pueden confiar en su propio criterio. O, también, puede suceder que conozcan el camino correcto, pero no quieran tomarlo. En este caso la Iglesia se convierte en guía para sacarlos de la oscuridad, la ignorancia y el egoísmo hacia formas de actuar más apropiadas.

El verdadero cristiano sabe quién es. Tiene un fuerte sentido de identidad que desafía el poder político, las riquezas materiales y el placer mundano. Como el apóstol San Pablo se describe a sí mismo en Corintios II 4:8-9: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”. Este fuerte sentido de identidad les ofrece a los cristianos lo que Tillich denomina “la valentía de Ser”. Les da el derecho básico de ser la persona responsable única que son, funcionando lo mejor que pueden en congruencia con el mundo y el yo.

Mientras que la esencia interna de la cristiandad radica en la fe, su expresión externa es el amor. En el corazón del amor cristiano se encuentra el darse uno mismo. La satisfacción de la individualidad radica en la trascendencia del yo. El epítome de todo esto es el símbolo de la cruz en la que Cristo fue asesinado. Representa el modelo del humanismo de la cristiandad, ya que ésta se abre paso con fuerza liberadora sin pedir más que el perdón y el olvido. No hay cuerdas que aten el amor cristiano. Se ofrece libremente con la esperanza de que se reciba libremente.

También básica, para el amor cristiano, es la integridad de todas las personas. Respeta su dignidad básica y su derecho a su propia personalidad. Encierra una necesidad siempre creciente de conocerse a sí mismo y de participar en una conciencia siempre en expansión a través del crecimiento en la sensibilidad, en la libertad y en la relación con los demás.

El espíritu del amor cristiano no da lugar al desprecio de uno mismo, ni a tenerse lástima o a humillarse, ya que el cristiano cree firmemente en su capacidad para trascenderse a sí mismo.

El amor cristiano también se manifiesta en una facilidad de relación con los demás. El amor a sí mismo y el amor a los demás son idénticos. En la expresión “ama a tu prójimo como a ti mismo” uno siente la unión que tiene con los demás.

El cristiano es persona humilde e integrada. Como Cristo, se identifica con el hambriento, con el sediento, con el desnudo, con el enfermo y con el oprimido. Cristo hizo esto sin perder su divinidad. Su ejemplo fue su acercamiento a la gente. Siempre fue práctico y concreto. Dio de comer al hambriento, consoló al afligido y curó al enfermo. Se convirtió en “el compañero” de la persona humana y deseó que la persona se convirtiera en “su compañero”. De esta manera le dio a la persona un concepto de amor como algo universal, abierto, armonioso, mutuo, de respeto a sí mismo y trascendente.

Desde el punto de vista cristiano, por lo tanto, el verdadero cristiano representa al individuo integrado que se encuentra como en casa en la tierra y con fuerzas mayores a sí mismo. Está ansioso de participar en el curso de la historia en unidad, armonía y amor. Es un individuo que sabe, siente y está dispuesto, consciente de sí mismo y de su importancia, capaz de alcanzar ideales y de apreciar valores como el amor, la verdad, la belleza y la bondad. Se siente impulsado a llegar a ser lo que puede y debe ser, ya que sabe que en un sentido muy especial, llevan la imagen de su creador.